Tiempo de naranjas. Penita de desechar sus cáscaras tan brillantes después de hacer zumo con ellas. Se acerca la Navidad y con ella el aroma a Roscón que desprenden casi todas las pastelerías del barrio y por aquí sin frutas escarchadas para adornar el primer intento de Roscón casero de la temporada. Es el momento de confitar las cortezas de las naranjas.
Nada hay más ecológico, económico y satisfactorio que aprovechar los restos de alimentos consiguiendo algo grandioso. Como aquellas peladuras de patata crujientes que le sirvieron a alguien en un restaurante de lujo. O como las migas, o las croquetas, o las ensaladas de trocitos, las sopas, las empanadas y las quiches con los restos de cualquier lustroso plato que nadie pudo terminar. Me encanta la cocina económica, la de tantos hogares a lo largo del tiempo y he decidido abrir un apartado de Cocina Sostenible, que ahora se lleva tanto el término, para muchas recetas que surgen de la necesidad de aprovechar lo que sobró de otras. Y quedamos tan modernos.
Ingredientes
- La corteza de dos naranjas grandes (sirve lo que queda después de extraer el zumo)
- 130 g de azúcar
- 65 g de agua
- Algo más de azúcar en polvo para rebozar
Preparación
- Lavar bien las naranjas antes de utilizarlas para retirar la cera y los conservantes que pudieran tener. Quitar toda la parte blanca de las cáscaras y cualquier resto de pulpa que haya quedado. Cortarlas en tiras, ponerlas en un cazo cubiertas de agua fría y llevarlas a ebullición.
- Escurrir bien y volver a cubrir de agua fría. Si las naranjas son muy amargas, repetir esta operación dos veces más. Dejarlas enfriar en el líquido de cocción.
- En una cacerola más grande poner el agua con el azúcar y remover junto al fuego hasta que se disuelva. Cocer durante cinco minutos a fuego suave.
- Añadir las cortezas de naranja bien escurridas y cocer suavemente hasta que absorban el almíbar, entre 15 y 20 minutos, cuidando de que no se peguen en el fondo.
- Sacarlas con pinzas una a una y depositarlas en una rejilla cubierta con papel de aluminio o parafinado, en una sola capa. Dejar secar unos cuantos días en lugar libre de humos y humedades (en mi casa tardaron tres días en secarse del todo). Darles la vuelta una o dos veces para que se sequen bien y espolvorear con azúcar en polvo.
- Almacenar en tarros poniendo en el fondo un poquito de papel de cocina para que absorba la posible humedad y se conserven bien secas.Duran casi un año si están bien guardadas.
- Se pueden mojar en chocolate negro derretido y servir después de haberlas dejado secar un poco. Constituyen un elegante acompañamiento del café de sobremesa.