A pesar de su nombre, son dulces. Son el equivalente de los amaretti italianos o los macarons franceses, en versión rural. Viene la receta de Menorca, de donde la rescató mi cuñado Alfonso. A él le salen más redonditos, como son los típicos de allí pero yo tuve algún problema con el triturado y por eso parecen otra cosa, aunque el sabor es exactamente igual de irresistible al que ellos me dieron a probar en su casa.
Como se puede apreciar, son crujientes por fuera y tiernos en su interior. Son especialmente rápidos de hacer, pues solo exige moler el azúcar con las almendras y añadir las claras de huevo. Yo aproveché que tenía el horno caliente para sacar adelante unas almendras que no tenían mucho sabor y que se convirtieron, por obra y gracia de la molienda y el calor, en bocaditos perfectos para acompañar el té.
Como suele ocurrir habitualmente, no puedo asegurar cuánto duran. Si la almendra es reciente, el azúcar ayudará a que se conserven durante unas semanas. Pero lo más probable es que desaparezcan la misma tarde de la hornada.
Ingredientes
- 250 g de almendras crudas sin piel (si tienen piel, escáldalas en agua hirviente para retirarla)
- 250 g de azúcar
- 2 claras de huevo
Preparación
- Triturar las almendras con el azúcar en un molinillo o en un procesador de alimentos. Sirve un molinillo de café bien limpio. No prolongar la molienda más de lo necesario para evitar que se haga una masa demasiado grasa.
- Añadir las claras de huevo. Sí, sí, sin batir ni nada, tal cual.
- Mezclar bien y dejar reposar un rato.
- Formar bolitas y disponerlas en dos bandejas de horno cubiertas con papel de hornear. Salen unas 30-35 pastas.
- Dejar sitio entre unas y otras para que crezcan sin juntarse.
- Hornear a 180 ºC (calor arriba y abajo sin aire) durante 15 minutos. Tienen que quedar pálidas para que el interior permanezca tierno.
- Enfriar en rejilla.
- Servir o conservar si sobran en caja hermética.